Un grupo de delincuentes incendió un local en el barrio Santa Teresita, Corrientes, para intimidar a un testigo clave en el juicio por un doble homicidio que comienza hoy. El ataque, filmado por los propios agresores y ejecutado con una bomba molotov, expone un mensaje directo: imponer miedo antes de que la justicia hable.
La madrugada en el barrio Santa Teresita, en Corrientes, se convirtió en escenario de una secuencia que parece extraída de una película policial, pero que es tan real como brutal. Al menos tres delincuentes se acercaron a la ventana de un local comercial, rociaron la fachada con un líquido inflamable —aparentemente nafta— y de inmediato iniciaron un incendio que en pocos minutos destruyó gran parte del frente.
Las cámaras de seguridad del lugar registraron cada movimiento. Uno de los atacantes llevaba en la mano una bomba molotov, que terminó arrojando contra el edificio, mientras otro filmaba todo con su celular, como si buscara dejar constancia del poder de fuego del grupo y de su objetivo: intimidar.
Las imágenes no dejan margen para las interpretaciones ingenuas. No fue un robo, no fue un acto vandálico aislado. Fue una advertencia. Una señal mafiosa dirigida a un testigo del juicio por el doble homicidio que comienza hoy en la ciudad.
Según fuentes vinculadas a la investigación, el mensaje es claro: amedrentar antes de que la justicia avance. “El ataque fue rápido, coordinado y con un objetivo específico: sembrar miedo”, describió un vecino, aún conmocionado por la violencia de la escena.
El incendio fue controlado tras varios minutos de intervención, pero los daños materiales son significativos. Pese a ello, el mayor impacto no es el económico sino el simbólico: un intento directo de torcer un proceso judicial a través del terror.
El doble homicidio que llega a juicio involucra a un caso de fuerte repercusión pública y varios imputados. El testigo apuntado habría aportado información clave en la etapa de instrucción y debía declarar en los próximos días.
El hecho agrega presión a un proceso judicial que ya cargaba con tensiones, y expone el nivel de violencia y organización de los sectores vinculados a la causa. El uso de una bomba molotov, el registro intencional del ataque y la elección del momento —la noche previa a una jornada clave— exhiben un patrón de intimidación propio de estructuras criminales.
Mientras se espera la reacción judicial e investigativa, el barrio quedó sumido en el alerta. “Se sienten impunes. Hacen esto y encima lo filman”, expresó otra vecina.
En Corrientes, la justicia tiene por delante un doble desafío: condenar a los responsables del doble homicidio y asegurar que el miedo no se convierta en el arma que defina el rumbo de la causa. Porque anoche, en Santa Teresita, no sólo quemaron un local: intentaron prender fuego el testimonio que puede llevarlos a la cárcel.